La emigración desestabiliza el sistema sanitario de Moldavia

Hace años que Moldavia sufre una fuerte disminución de la población y la situación paradójica de que muchos jóvenes emigran a Occidente debido a la inestabilidad política, las escasas oportunidades de empleo y los bajos sueldos. Por otro lado, sin embargo, predomina en el país una falta de personal cualificado. La situación es especialmente precaria en el sector sanitario.

Idas y venidas: Lugareños compran y venden ropa y otros artículos en el mercado situado detrás de la estación de tren de la capital Chisinau.

Idas y venidas: Lugareños compran y venden ropa y otros artículos en el mercado situado detrás de la estación de tren de la capital Chisinau. © Ashley Gilbertson/VII/Redux/laif

Moldavia no encabeza muchos rankings internacionales, aunque, en un aspecto, el pequeño país situado entre Rumanía y Ucrania lleva años ocupando los puestos más altos. Nos referimos al descenso de la población. Desde su independencia, la población se ha reducido de 4,3 millones en la antigua República Soviética a 3,3 millones. Se estima que, si continúa así la tendencia, en el año 2050 la población de Moldavia no llegaría a 2 millones de personas.

El principal motivo de esta evolución es la emigración. La inestabilidad política y, en particular, las escasas oportunidades de empleo y los bajos salarios contribuyen a que, desde hace tres décadas, muchos moldavos busquen suerte en el extranjero. Un 1,5 por ciento de la población decide cada año abandonar el país. La emigración se ha convertido en la opción más próxima para mejorar la situación personal. En la pandemia sucedió lo mismo.

Un país dividido

Poco después de que la República de Moldavia declarase en 1991 su independencia de la Unión Soviética, la delgada franja de tierra al este del río Dniéster manifestaba también su independencia de Moldavia. En 1992 comenzó una breve y sangrienta guerra que finalizó con la intervención rusa. Desde entonces, el conflicto se encuentra «congelado». Ningún Estado del mundo reconoce a Transnistria, tampoco Rusia. Sin embargo, Moscú actúa como poder protector del pseudoestado, cuya existencia garantiza la influencia rusa en Moldavia e impide una integración occidental. A pesar de que no existe señal alguna de reunificación, el contacto entre los territorios se ha simplificado en los últimos años. Transnistria ha heredado la mayor parte de la industria pesada de la República Soviética de Moldavia y sigue suministrando electricidad a Moldavia.

Muchos poseen el pasaporte de la UE

Rodica Cheptine-Nenita vive con su marido el Londres desde finales del pasado año. La mujer, de 32 años, gestiona desde hace años un salón de belleza en la capital moldava, Chisinau. Aparte, ofrece cursos de maquillaje. «Cuando de pronto todo el mundo se empezó a quedar en casa durante la pandemia, mi negocio empezó a resentirse y en cuatro meses se fue a la quiebra». La ayuda estatal para autónomos en países pobres es mínima. «Como mi marido ya trabajó en Londres y tiene familia esa ciudad, nos pareció lógico intentar volver a empezar allí»

La supresión de la libre circulación de ciudadanos de la UE a final de año aceleró la decisión. Muchos moldavos poseen también el pasaporte rumano, fácil de conseguir por motivos históricos. La mayor parte del país formó parte de Rumanía en el período de entreguerras, además de que el idioma es el mismo. El piso en Chisinau lo conservan de momento, comenta Cheptine-Nenita, aunque no ve probable que vuelvan. «Al final, la calidad de vida en Gran Bretaña tiene más valor que el reconocimiento social en Moldavia». Su marido es productor de cine, aunque acabó trabajando en la gestión de un supermercado.

Solo unos pocos regresan

«Moldavia registra una escasa tasa de retorno», explica Olga Gagaus del Instituto Nacional de Investigación Económica en Chisinau. La socióloga lleva años analizando las tendencias democráticas en su país de origen. Dado que la mayor parte de los emigrantes son personas jóvenes que, además, formaron una familia en el extranjero, el efecto demográfico es doblemente negativo. «Tampoco se constató una tendencia real de retorno durante la pandemia». La migración laboral a corto plazo se paralizó transitoriamente, como sucedió en todas partes, pero en cuanto se relajaron las limitaciones de viaje en las regiones occidentales, en la necesidad de personal cualificado, como cosechadores o enfermeras, muchos se fueron.

Según Gagaus, aquellos moldavos que viven permanentemente en el extranjero han preferido quedarse en su país de acogida. «Casi nadie confía en nuestro sistema sanitario». Otros Estados de Europa del Este que también sufren una fuerte emigración recibieron a muchas personas de la diáspora durante la pandemia. Al fin y al cabo, se puede teletrabajar desde cualquier parte. Existen indicios de que al menos algunos de ellos permanecieron incluso largas temporadas en su patria. En Polonia, La República Checa o Rumanía se han puesto en auge en los últimos años sectores industriales, como el de la informática, en los que los sueldos del personal cualificado alcanzan parcialmente niveles equiparables a los de los países occidentales. Moldavia no cuenta con estos incentivos. Prácticamente, no existen empleos bien remunerados.

Moldavia ha vivido distintas fases de la emigración. Tras la desintegración de la Unión Soviética, una gran parte de la comunidad judía emigró a Israel y Alemania. Una parte de la población minoritaria de habla eslava se marchó a Rusia cuando, como consecuencia de la independencia, se acentuó más la identidad nacional. A ello se añadió la breve guerra de la región de Transnistria, al este del país. Al mismo tiempo que se producía la llamada migración étnica, comenzó un movimiento migratorio estacional hacia Rusia, donde muchos moldavos trabajaban como comerciantes o empleados de la construcción. Rusia nunca exigió visado. Más tarde, de forma paralela al desarrollo en Rumanía, se estableció una migración laboral irregular desde Moldavia hacia los países occidentales, en especial hacia Italia y España.

Gracias a diversas amnistías en estos países, al ingreso de Rumanía en la UE en 2007, así como a la supresión de obligación de visado de los moldavos en 2014 para el espacio Schengen, se abrieron más oportunidades, en el marco legal, para emigrar a Occidente y establecerse allí con la familia. Ello también sirvió de incentivo a la emigración por parte del personal altamente capacitado.

Escasez de personal cualificado

En consecuencia, Moldavia se encuentra con la paradójica situación de que muchos jóvenes emigran en busca de oportunidades de empleo y, al mismo tiempo, en el país falta personal cualificado, siendo especialmente precaria la situación en el ámbito sanitario.

Miles de trabajadores especializados del sector sanitario en otros Estados emigran igualmente cada año. En Rumanía, al menos una parte de ellos es reemplazada por recién llegados, especialmente, de Moldavia. Sin embargo, en Moldavia apenas existe la inmigración. Ni siquiera el gobierno maquilla la amenazante magnitud del problema. Aureliu Ciocoi, primer ministro interino, explicó hace poco en una entrevista que habría que preservar la viabilidad del Estado moldavo.

Muchos hospitales de Moldavia tienen escasez de personal cualificado.
Muchos hospitales de Moldavia tienen escasez de personal cualificado. © Tim Wegner/laif

Un ministro rumano propuso hace años la creación de nuevos obstáculos frente a la emigración, aunque la mayoría de los expertos no lo considera una solución viable. «Como país, también nos beneficiamos de nuestros ciudadanos en el extranjero», matiza la socióloga Gagaus «especialmente en el área económica». Las remesas de la diáspora supusieron en 2015 un 15 por ciento del rendimiento económico total del país; en 2006, incluso un 35 por ciento. «Sin este dinero, la cuota de pobreza aumentaría más del doble». Lo más rentable sería reforzar los efectos de la migración apoyando la transmisión de conocimientos. También el programa estatal para el fomento de la inversión va en la dirección adecuada a pesar de los tímidos resultados. Hasta el momento, las remesas se destinan casi exclusivamente al consumo.

Sin embargo, añade Gagaus, se deberían crear unas condiciones a largo plazo para que la población desee quedarse. «Solo así podremos cambiar el curso de la tendencia». El camino es largo en un Estado marcado por la corrupción y la mala gestión. No obstante, la victoria de la reformista Maia Sandu en el marco de las elecciones presidenciales de noviembre despertó la esperanza de muchos moldavos prooccidentales. Rodica Cheptine-Nenita, que vive el Londres, comenta: «La mala gestión del país nos ha empujado a muchos de nosotros a salir al extranjero. Pero ahora tenemos una presidenta de la que no tenemos que avergonzarnos». La diáspora ha desempeñado un papel muy importante en la victoria electoral de Maia Sandu.

Portadora de esperanzas de los reformistas

Moldavia es un excelente ejemplo de Estado secuestrado en el cual un conjunto de redes oligárquicas absorben la gran parte de los recursos. Ejemplo de ello es el escándalo bancario de 2014 en el que desaparecieron mil millones de dólares. En el poder político, tanto por parte de los partidarios prooccidentales como de los simpatizantes de Rusia, hay oportunistas de este sistema. Desde hace algunos años existe una tercera fuerza, la coalición Acum, fehacientemente comprometida con la reforma estatal y la lucha contra la corrupción. La presidenta del partido, Maria Sandu, licenciada en Harvard y antigua asesora del Banco Mundial, presidió por un breve espacio de tiempo un gobierno de coalición que, sin embargo, quebró por una resistencia que luchaba contra sus planes de reforma. Las elecciones presidenciales de 2020 lograron su vuelta. La primera presidenta del país ha manifestado su intención de convocar lo antes posible nuevas elecciones para formar un gobierno reformista renovado.

Patria, a pesar de todo

Y, a pesar de todo, hay gente joven que ve futuro en su lugar de origen y regresa. Alexandru Macrinici se marchó en 2011 a Rumanía para formarse allí como realizador. Se pudo financiar la carrera gracias a una beca y a un trabajo en una agencia de empleo. Ninguna de estas opciones habría sido posible en Moldavia.

Ahora escribe su doctorado. Está inscrito en la Universidad de Tergu Mures, en Rumanía, aunque la mayor parte del tiempo la pasa en Chisinau. Una vez que finalice sus estudios, desea quedarse en Moldavia para organizar allí proyectos en el área de la pedagogía teatral. «En Rumanía la vida sería más sencilla», afirma Alexandru Macrinici, de 28 años, refiréndose especialmente a la época de pandemia. Y añade que, por otra parte, en Moldavia puede hacer un mayor trabajo de diseño porque lo que tiene planeado llevar a cabo aún no existe en el país. «Tengo una buena sensación. Quiero crear algo aquí, en mi patria».

Moldavia, en resumen

Nombre
República de Moldavia

Superficie
33'843 km2

Población
3,3 millones

Capital
Chisinau (530'000 habitantes)

Lenguas
Rumano; a nivel regional, también gagaúzo, ruso y ucraniano

Religiones
Ortodoxa 98,5%
Judía 1%
Baptista y otras 0,5%

Artículo de Volker Pabst, publicado en «Un solo mundo» 02/2021

Volker Pabst es corresponsal del NZZ en el Sudeste de Europa y vive en Estambul.

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